'El lujo está perdiendo su condición de excluyente, para acentuar su condición de exclusivo', resume Jorge Gil, presidente de American Express en España.
La experiencia, el conocimiento, el valor y la conciencia ecológica son los aspectos predominantes en el nuevo concepto del lujo ya no sólo se trata de comprar un objeto caro, sino de vivir una experiencia con lo que se compra. Este deseo de experiencia anima las ventas de productos y servicios que apelan a las emociones y explica, por ejemplo, el éxito de los viajes con destinos exóticos.
Estos cambios que se están produciendo en el cliente, son impulsados por el relevo generacional, ante la aparición de un demandante de lujo con una media de entre 35 y 45 años, o incluso más joven, que no es nada fiel a las marcas que conquistaron ni a sus padres ni siquiera a la generación anterior, y que es muy influenciable por las redes sociales o lo que pueda encontrar en internet y las recomendaciones de otros viajeros.
Este nuevo cliente busca la experiencia, la autenticidad, el respeto a la naturaleza, y convive con otros dos tipos: el viajero de lujo maduro, que amplía sus expectativas en busca de satisfacciones más inmateriales, y el procedente de mercados emergentes como los asiáticos o latinoamericanos, unos emisores en los que tratamos con la primera generación que viaja y por tanto también la primera generación de turistas de lujo, con sus peculiaridades.
“Hay una demanda creciente de lujo que no es la clásica, no es el servicio a la antigua”, explica Bruno Hallé, socio de Magma Turismo. “Este nuevo lujo tiene otra sofisticación, más moderna, para gente de entre 35 a 45 años, máximo 50”. Luego también está el cliente del mercado emergente, donde un claro ejemplo de destino es Marbella “donde va gente de Europa del Este o los nuevos ricos de China y que quieren consumir mucha marca”, pero a los que tampoco les sirve el concepto antiguo.
La directora general de OakPower, María Asenjo, asegura que "Las propuestas turísticas que tienen más éxito entre los viajeros más exclusivos son los resort de tamaño humano e integrados en la naturaleza, que trabajan en la línea de la autosuficiencia y con la tecnología más actual. Los viajeros del lujo quieren experiencias emocionales cerca del mar o la montaña. Quieren propuestas gastronómicas realizadas con productos cultivados en un entorno muy cercano, que ellos mismos puedan recoger con sus manos para luego cocinar"
El presidente de la consultora THR, Eulogio Bordas:afirma que el lujo “ya no es únicamente algo material, sino algo más emocional que comporta vivir experiencias enriquecedoras y memorables” "El concepto de lujo va evolucionando en la mente de cada persona”. “Cuando alguien puede por primera vez acceder a productos de lujo, valora mucho el aspecto material y el prestigio que proporcionan”, añade.
“Estamos en el ‘luxury 1.0.’ del mármol y del brillo que caracteriza todavía mucho a los consumidores adinerados de Rusia, Oriente Medio, etc. que consumen productos como el Burj El Arab, coches y relojes muy ostentosos, yates gigantes, etc. Con el tiempo, cada uno selecciona cada vez más sus productos de lujo en función de la verdadera calidad del producto y de sus pasiones personales. Tras un tiempo, el consumidor de lujo se hace más maduro y se da cuenta que el verdadero lujo es leer un libro en la naturaleza, asistir a una puesta de sol desde un lugar excepcional o vivir un momento de alegría con su familia. El lujo ya no es únicamente algo material, sino algo más emocional que comporta vivir experiencias enriquecedoras y memorables. Estamos en el mundo del ‘luxury 2.0.’ que caracteriza cada vez más a los países maduros -Europa occidental, USA, Japón, etc.-.
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